Pese a que la tradición de planificar los cultivos en el campo en línea con las fases de la luna data de las primeras comunidades en Grecia, esta es una costumbre que no ha perdido vigencia. Aunque cada vez son menos los productores de edad que siguen en el agro y más los jóvenes que utilizan tecnología, mezclar las costumbres con los sistemas de precisión puede hacer más productivo al sector.
“Lo que miran los agricultores respecto a las fases de la luna, sobre todo los de antaño, es que para los cultivos semestrales, como el maíz y el arroz, la siembra debe hacerse en cuarto menguante. Esa era la tradición que tenían los abuelos. Sin embargo, agronónicamente, uno también puede decir que ese el momento en que la savia de la planta se acumula en los tallos y las ramas”, dijo Cristian Díaz Pava, agricultor e ingeniero agrónomo.
Según Díaz, cuando la savia está acumulada en esas partes, las plantas crecen más rápido, con mayor vigor y resistencia a enfermedades.
En el caso de cultivos frutales, como el mango y los limones, que también hacen parte de la oferta del agro tolimense a la que se refiere el agrónomo, la recomendación es, igualmente, sembrar en cuarto menguante. Sin embargo, muchas veces, la cosecha va a depender de la demanda del mercado, por lo que los ciclos no se cumplen.
“La cosecha, por lo general, debe hacerse en luna nueva pero en los semestrales, como no son exactos, la cosecha puede correrse”, dijo Díaz.
Aún así, a ojos de los agricultores, la luna nueva también resulta ser una buena oportunidad para los cultivos frutales, pues es propicia para hacer las podas. ¿Por qué? De acuerdo con las creencias, esas fechas coinciden con el momento en que la savia se concentra en las raíces de la planta y no en el follaje, lo que permite no atrofiar el cultivo ni su rendimiento.
Respecto a la fase cuarto creciente, la tradición dice que ese es el momento en el que se producen mayores movimientos de agua en el suelo, razón por la cual se favorecen las semillas de germinación rápida como las hortalizas; mientras que durante la luna llena, los agricultores deben concentrarse en ver el crecimiento de las plantas y sus follajes, pues este es el periodo más activo y en el que la savia circula en todas ellas.
Mezclar tradición y ciencia
La responsable de Custodia de Bayer, Beatriz Arrieta, mientras tanto, aseguró que si bien este recurso, así como el conocimiento ancestral deben tenerse en cuenta, también es importante implementar las nuevas tecnologías en el campo.
“Estamos acostumbrados a la agricultura tradicional y este conocimiento tiene un valor inmenso. Sin embargo, tenemos una gran falencia, y es que los agricultores no están acostumbrados a llevar registros de sus cosechas que evidencien si el comportamiento está relacionado, por ejemplo, con los ciclos de la luna y no con otros factores como los insumos”, indicó.
De acuerdo con Arrieta, parte del trabajo que debe hacerse en el agro es sumar conocimiento. Por ejemplo, cuando la cosecha no puede planificarse de acuerdo con la fase lunar porque la demanda de mercado se anticipa, tiene sentido acudir al conocimiento científico para no solo tener la cosecha lista cuando el mercado la necesite, sino también para recibir un mejor pago por ella.
“Nuestras condiciones de productividad muchas veces no nos permiten implementar tecnologías de avanzada, pero definitivamente tenemos un gran trabajo por desarrollar en agricultura de precisión y moderna para lograr que Colombia se convierta en esa gran despensa agrícola de la que hablamos, sin dejar de lado el conocimiento empírico”, indicó Arrieta.
Estudios no son suficientes
Juan Sebastián Benavides, estudiante de último semestre de Biología de la Universidad de La Salle, explicó que la tradición de planear los cultivos con la luna surgió cuando las primeras poblaciones del mundo empezaron a utilizarla como calendario para anticipar los sucesos climatológicos.
“¿Qué pasaba con las comunidades? Si yo sabía que, por ejemplo, en luna llena siempre llovía o que cada dos lunas había sequía, decidía si sembrar o no. Ese pensamiento ha perdurado y se ha transformado. Sin embargo, independientemente de la atracción de gravedad, las plantas tienen su propio control independiente. Este funciona a través del proceso de capilaridad y no tiene relación alguna”, explicó Benavides.
La atracción de gravedad
Benavides explicó que parte del porqué los estudios científicos no han encontrado relación alguna entre la luna y los cultivos, tiene que ver con que la atracción gravitacional de las plantas es 80.000 millones más pequeña que la de la tierra. “En la mayoría de artículos donde intentan explicar el fenómeno las variaciones son mínimas, por lo que hasta ahora no son concluyentes”, indicó.
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