Comentarios Claudia Calero Cifuentes

Biometano de caña: el gas que falta

12 de marzo de 2025
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No es una exageración decir que Colombia enfrenta una crisis energética. El país, que hasta hace poco se enorgullecía de su autosuficiencia en gas natural, hoy se ve obligado a importar este recurso, con todo lo que ello implica: mayores costos, incertidumbre y una creciente dependencia de factores externos. Según Naturgas, en 2024 las reservas de gas natural cayeron 9,7%, lo que redujo significativamente su vida útil. En apenas un año pasamos de tener 7,2 años de autosuficiencia (2023) a solo 6,7 años (2024).

Esto significa que, si no se reportan nuevos hallazgos o adiciones de reservas y el consumo se mantiene al mismo ritmo, en menos de siete años Colombia se quedaría sin gas natural propio. Lo curioso es que mientras buscamos desesperadamente soluciones, tenemos una alternativa esperando en nuestros campos.

En el suroccidente de Colombia, con 238 mil hectáreas de caña cultivadas, la agroindustria de la caña de azúcar podría aportar hasta el 40% del gas doméstico que consume el Valle del Cauca, esto es, 80 millones de metros cúbicos de biometano al año, obtenido a partir de las vinazas generadas en la destilación del alcohol carburante y otros subproductos.

Países como Alemania, Dinamarca y Brasil han desarrollado políticas públicas para incentivar el biometano como parte de su transición energética. En Colombia, en cambio, seguimos viéndolo como un subproducto sin impacto real, cuando podría contribuir a la canasta energética del país. Esto es como tener un pozo de agua en el patio y seguir trayendo baldes desde el río.

Lo peor es que, cuando hablamos de él, lo vemos solo como una opción para generación eléctrica, cuando también puede ser una solución directa para el consumo doméstico y el transporte. En Europa, por ejemplo, ya se está utilizando en redes de distribución de gas natural y como combustible para buses y camiones. En Colombia podríamos hacer lo mismo, pero todavía no hay un plan para ello.

Sin duda hay un obstáculo evidente: sin seguridad jurídica y sin incentivos adecuados, estos proyectos seguirán siendo una idea bonita en el papel, pero imposible en la práctica. Para que esto sea una realidad, el gobierno debe garantizar un marco regulatorio estable y decidir aplicar los incentivos de la Ley 1715 de 2014, que promueve el uso de fuentes no convencionales de energía. La ley existe, pero su aplicación ha estado limitada a proyectos de generación eléctrica a gran escala, dejando por fuera el potencial del biometano para uso residencial.

Si no hay reglas claras, las inversiones nunca llegarán, y seguiremos dependiendo de un gas que, cada vez más, vendrá con una factura quizás más elevada. El biometano de la caña de azúcar es una solución real que le daría confiabilidad a la demanda regulada. Ha sido probada en otros países, pero en Colombia esta alternativa necesita ser apoyada y regulada. Es fundamental que el gobierno facilite líneas de financiamiento y políticas públicas para incentivar su producción y darle el impulso que necesita.

La caña de azúcar ha demostrado que puede generar energía limpia, lo vemos con el etanol, y también con la cogeneración, de hecho, frente a este último, cerca del 50% de su generación de energía hoy ya se inyecta al sistema interconectado nacional. El biometano de caña puede ser parte de la solución, pero solo si el país toma la decisión de aprovechar su potencial. Colombia puede tener una opción sostenible, la pregunta no es si podemos hacerlo…la pregunta es: ¿vamos a dejarlo pasar?

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