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El negocio de avistar ballenas, mucho más grande que el de cazarlas en Japón

300 personas están directamente involucradas con la caza de ballenas en Japón.
Reuters
10 de julio de 2019
Colprensa

La gente llenaba las cubiertas del barco japonés de avistamiento de ballenas, mientras gritaba de alegría al ver el espectáculo de una manada de orcas: se salpicaban las colas unas a otras, se volteaban y saltaban sobre la superficie del agua.

En Kushiro, a sólo 160 kilómetros al sur de Rausu, donde reían y aplaudían esas cuatro docenas de personas, unos barcos se dirigían a la primera cacería comercial de ballenas de Japón en 31 años.

Ese día murieron dos rorcuales aliblancos (también conocidos como “ballenas minke”), que los barcos de Rausu también querían observar, una situación que preocupaba al capitán del barco de avistamiento de ballenas, Masato Hasegawa.

“No entrarán en esta zona —que es un parque nacional— o habrá grandes problemas”, dijo este expescador de abadejos, de 57 años. “Y las ballenas que vimos hoy, los cachalotes y las orcas, no son objeto de caza para ellos.”

“Pero también vemos ballenas minke”, añadió. “Si hacen muchas capturas en el (cercano) mar de Okhotsk, podríamos ver un cambio, y eso sería muy malo para el avistamiento de ballenas”.

La observación de ballenas es un negocio en crecimiento en Japón, con lugares populares desde las islas del sur de Okinawa hasta Rausu, un pueblo pesquero en la isla de Hokkaido, tan al norte que está más cerca de Rusia que de Tokio.

El número de observadores de ballenas en Japón se ha duplicado con creces entre 1998 y 2015, el último año para el que se dispone de datos nacionales. Una compañía en Okinawa tuvo 18.000 clientes entre enero y marzo de este año.

En Rausu, el año pasado, 33.451 personas abarrotaron sus embarcaciones para la observación de ballenas y aves, 2.000 más que en 2017 y más de 9.000 más que en 2016. Muchos se alojan en hoteles locales, comen en restaurantes locales y compran productos locales como erizos de mar y algas.

“Del negocio de los barcos turísticos, el 65 por ciento es el avistamiento de ballenas”, dijo Ikuyo Wakabayashi, directora ejecutiva de la Asociación de Turismo Shiretoko Rausu, quien dijo que la cifra aumenta sustancialmente cada año.

“No se ve un solo tipo de ballena aquí, se ven muchas de ellas”, dijo. “La observación de ballenas es un gran recurso turístico para Rausu y es algo que espero que continúe”.

Wakabayashi fue atraída a Rausu por el avistamiento de ballenas; nativa de la ciudad occidental de Osaka, se enamoró de la zona después de tres viajes para ver orcas.

“Me pareció un lugar increíble”, dijo. “Los inviernos son duros, pero es muy hermoso.”

Hasegawa, que dice que tiene una lista de espera de clientes en temporada alta, ha pedido un segundo barco.

“En este momento, el estilo de vida que tenemos es bueno”, dijo Hasegawa. “Mejor de lo que hubiera sido con la pesca.”

INDUSTRIA PEQUEÑA
Los cinco barcos balleneros atracados en el puerto de Kushiro el domingo, la noche anterior a la reanudación de la caza, estaban en buen estado de mantenimiento. Los miembros de la tripulación iban y venían, llevaban comida o toallas, en dirección a un baño público.

Apenas 300 personas están directamente involucradas con la caza de ballenas en Japón, y aunque el Gobierno sostiene que la carne de ballena es una parte importante de la cultura alimenticia, la cantidad consumida anualmente se ha reducido a sólo 0,1 por ciento del consumo total de carne.

Sin embargo, Japón ha abandonado, bajo el mandato del primer ministro Shinzo Abe —que procede de un distrito ballenero— la Comisión Ballenera Internacional (CBI) y regresó a la caza comercial de ballenas el 1 de julio.

Los defensores de la caza de ballenas, como Yoshifumi Kai, jefe de la Asociación Japonesa de Caza de Ballenas de Pequeño Tamaño, celebraron la cacería.

“Hemos aguantado 31 años, pero ha valido la pena”, dijo en Kushiro el lunes por la noche, después de que trajeran las primeras ballenas minke para trocearlas.

“Estarán cazando ballenas durante una semana, puede que tengamos más.”

Todo el mundo reconoce que la recuperación de la demanda podría ser difícil después de décadas en que las ballenas han sido un alimento caro y difícil de encontrar. El consumo se generalizó después de la Segunda Guerra Mundial, cuando un empobrecido Japón necesitaba proteínas baratas, pero se redujo a principios de la década de 1960 cuando se abarataron otras carnes.

“Japón tiene tanto que comer ahora que se tira la comida, así que no esperamos que la demanda de ballenas aumente muy rápido”, dijo Kazuo Yamamura, presidente de la Asociación Ballenera de Japón.

“Pero de cara al futuro, si no comes ballena, te olvidas de que es un alimento”, dijo. “Si lo comes en los almuerzos escolares, lo recordarás, recordarás que es bueno.”

Kiyoshi Ejima, un parlamentario a favor de la caza de ballenas, dijo que los subsidios son poco probables, pero que el Gobierno debe tener cuidado de no dejar que la industria se vaya a pique. Se presupuestaron unos 5.100 millones de yenes (unos 42 millones de euros) para la caza de ballenas en 2019.

“Si nos retiramos demasiado pronto, muchas empresas fracasarán”, añadió.

El objetivo de vender ballenas en todo Japón puede ser poco práctico, dijo Joji Morishita, excomisionado de Japón en la CBI.

“La alternativa.... es limitar el suministro de carne de ballena a algunos de los principales lugares de Japón que tienen una buena tradición de comer ballenas”, dijo Morishita, añadiendo que la carne es difícil de descongelar y cocinar.

En zonas donde la caza de ballenas es una tradición, este nicho de mercado podría promover el turismo, que Abe ha convertido en un pilar de su plan económico.

“Comer ballenas en cierto sentido es ideal: es diferente, es muy conocido, y para bien o para mal, es muy famoso”, dijo Morishita. “Aprovechando esta retirada del CBI, creo que hay oportunidades de negocio que son viables.”

BALLENAS DE CERCA
Para Rausu, en la remota península de Shiretoko en Hokkaido, el negocio viable es el avistamiento de ballenas.

Por las calles del centro de la ciudad, que se asienta sobre una estrecha franja de tierra bajo las montañas y se encuentra frente al estrecho de Nemuro, pasan zorros. El verano a menudo trae niebla espesa, mientras que las tormentas invernales pueden dejar nevadas a la altura de la cintura.

Aunque la pesca fue durante mucho tiempo la columna vertebral de la economía de Rausu, la industria se ha visto afectada por la disminución de las poblaciones de peces, lo que los lugareños achacan a los arrastreros rusos y a la caída de los precios. La población ha disminuido en varios cientos de personas al año, cayendo por debajo de los 5.000 este año.

Hasegawa, un pescador de cuarta generación, comenzó su negocio de barcos de turismo en 2006. Aunque los primeros años fueron una lucha, ahora está contento con su elección, ya que la reputación de Rausu crece a nivel mundial.

Recientemente, en un día entre semana, los clientes llenaron el aparcamiento de un muelle lleno de barcos de pesca de calamar, esperando para abordar el barco de Hasegawa y los de otras tres compañías. Los clientes de Hasegawa procedían de todo Japón y de varios países extranjeros.

“Hoy hubo más saltos (de ballenas) que de costumbre; fue fantástico”, dijo Kiyoko Ogi, un conductor de autobús de 47 años de Tokio que ha estado observando ballenas en Rausu en tres ocasiones. “Me opongo a la caza comercial de ballenas; verlas de cerca es muy emocionante.”

La caza de ballenas nunca fue una actividad importante en Rausu, y aunque Hasegawa dice que una vez hubo “problemas” con la gente que cazaba pequeñas ballenas picudas de Baird en las cercanías, esos pescadores ahora se quedan lejos de los recorridos turísticos y le dicen dónde encontrar a las orcas y a los cachalotes.

Pero tiene dudas sobre si la demanda de carne de ballena se incrementará alguna vez. Los restaurantes y hoteles de Rausu evitan servirlo.

“Tenemos muchos niños en las vacaciones de verano. Si les dices en el barco que ‘esta es la ballena que comimos anoche’, llorarán”, dijo.

“Si sirven ballena, nadie de otros países vendrá, especialmente los europeos”, añadió. “Dado que el Gobierno nacional está tratando de atraer con tanto interés a los turistas extranjeros, su forma de pensar (sobre la caza de ballenas) parece un poco equivocada.”

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