Comentarios Ferley Henao Ospina

Innovación: el camino

09 de abril de 2025
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La innovación, a la que el agro colombiano le dio la espalda, desde mitad del siglo pasado, insólitamente está excluida en los análisis indispensables para la toma de decisiones.

El Informe Nacional de Competitividad 2024-2025 - Ciencia, Tecnología e Innovación, capítulo “Investigar para crecer” sostiene: “Identificar, utilizar, producir, transferir y apropiar nuevo conocimiento y tecnología, así como adoptar y adaptar tecnologías producidas en otras latitudes para afrontar los retos económicos, sociales y ambientales del país, tanto presentes como de cara al futuro, son tareas de la sociedad en su conjunto: la academia, el sistema educativo, el sector productivo, el sector público, y la sociedad civil”.

Sin embargo, el agro colombiano carece parcial o totalmente de las innovaciones que tanto aportan a la calidad y productividad agrícola: biotecnología, autoabastecimiento de insumos orgánicos, riego y fertirrigación, germinación protegida y controlada, análisis y enmiendas de suelos, esenciales para obtener resultados exitosos, como si se desconociera la existencia de estas innovaciones.

De cara a las crisis, es indispensable profundizar en las causas y no pretender solucionarlas con paños de agua tibia sobre los efectos, que es como “buscar el ahogado río arriba”.

El conocimiento, que ha evolucionado a ritmo tan acelerado, concibiendo nuevas formas de hacer las cosas para conseguir mejores resultados, con menos recursos (dinero, tiempo, agua, suelo) y reduciendo los daños sociales y ambientales, es indispensable incorporarlo al agro.

Los bajos y hasta bajísimos rendimientos de muchas especies que se producen en el agro colombiano, a la luz de las estadísticas FAO y UPRA-EVA, deberían llevar a descubrir la o las causas de estos problemas, para acertar en el diagnóstico y por lo tanto en las soluciones:

Arroz: Uruguay 9,3 t/ha; Estados Unidos 8,6; Perú 8,1; Colombia 4,5 t/ha (menos de la mitad). Dentro de Colombia (por encima del promedio nacional): Huila 7,9 t/ha; La Guajira 7,7; Tolima 7,3; Atlántico 7,0; Santander 6,8; Cundinamarca 6,7; Norte de Santander 6,1; Valle 6,0; Magdalena 5,8; Meta 5,7; Cesar 5,6; Cauca 5,5; (por debajo del promedio nacional): Sucre 4,3; Bolívar 3,8; Córdoba 3,4; Nariño 3,4; Caquetá 3,1; Antioquia 2,9; Vaupés 2,7; Putumayo 2,4; Amazonas 1,8 (menos de la cuarta parte que el rendimiento de Huila, Guajira o Tolima).

Maíz: Israel 17,3 t/ha; Estados Unidos 11,1; Chile 10,8; Colombia 4,1 (menos de la cuarta parte del rendimiento de Israel y casi la tercera parte de Chile y Estados Unidos).

Tomate: Países Bajos 410,2 t/ha; Estados Unidos 101,3; Uruguay 76,6; Colombia 51,6 (casi la octava parte del rendimiento de Países bajos y la mitad del de Estados Unidos).

Datos tan elocuentes deben hacer pensar, a los agricultores y con mayor énfasis a quienes orientan la política pública agropecuaria, sobre la importancia de la innovación para evitar que se siga produciendo por debajo del punto de equilibrio.

Los “Centros de Innovación, Investigación y Transferencia de Tecnologías para el Agro”, que los suizos denominaron Fincas-Escuela, son excelentes integradores de las técnicas y metodologías para producir eficientemente alimentos limpios, económicos, sostenibles, combinando la Agroecología con la innovación.

Agroecología para que se practique agricultura limpia e innovación para que los agricultores sean eficientes, rentables y competitivos de modo que contribuyan a mejorar los ingresos de las familias rurales y a dinamizar la economía y el comercio de sus municipios.

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