Ambiente

Los océanos necesitan un plan de rescate de emergencia: Noah Smith

El cambio climático está calentando los océanos, destruyendo los arrecifes de coral y otros ecosistemas
31 de octubre de 2019
Minambiente

La mayoría de los problemas ambientales se concentran en el área donde se produce la contaminación. Esto es bueno, porque es mucho más fácil para una sola ciudad o país enfrentar un desafío ambiental que para la comunidad internacional.

Hay dos grandes excepciones a esto. La primera es el calentamiento global, que –como su nombre lo indica– nos afecta a todos. La segunda son los océanos del mundo, la mayoría de los cuales no son reclamados como territorio de un país en particular o como propiedad de una persona. Es por esto que sufren de lo que los economistas llaman la “tragedia de los comunes”. Cada uno de los actores tiene un incentivo para consumir la mayor cantidad de recompensas de los océanos que pueda, ya que saben que, si no lo hacen, alguien más lo hará. El resultado inevitable es que, a menos que se haga algo, los mares del mundo, hogar de más de la mitad de la vida del planeta, se verán irrevocablemente devastados.

La amenaza oceánica global más inmediata proviene de la sobrepesca. Ya en 2011, se estimaba que 90% de las pesqueras estaban completamente explotadas o sobreexplotadas.

Según algunas estimaciones, la cantidad de peces en los océanos ha disminuido a la mitad desde 1970. Esto representa una pérdida de biodiversidad, así como una amenaza para una fuente importante de proteínas que consumen los seres humanos. Uno de los responsables son los subsidios que algunos países –la mayoría de ellos de Asia Oriental– otorgan a sus flotas pesqueras. Más allá de poner fin a estos subsidios, la principal arma contra la sobrepesca son las cuotas de pesca, un mecanismo de asignación y subastas para las pesqueras que ha logrado recuperar la situación de la piscicultura de Estados Unidos.

Otro problema es el plástico. En los países desarrollados, casi todo el plástico va a vertederos (que tiene sus propios problemas ambientales), pero en algunos países en desarrollo se arroja a la basura o a vertederos abiertos, donde alrededor de ocho millones de toneladas al año llegan a los ríos y, de allí, a los océanos:

Una vez en los océanos, el plástico tiende a acumularse en grandes islotes de basura, donde contamina el agua y daña la vida silvestre. Parte de esto finalmente es arrastrado por las corrientes hasta las playas, lo que opaca su belleza natural.

Otras amenazas para la vida marina son el escurrimiento químico desde las costas y la contaminación acústica de los barcos.

Luego está el carbono, quizás el mayor problema de todos. El cambio climático está calentando los océanos, destruyendo los arrecifes de coral y otros ecosistemas. Pero los océanos también absorben alrededor de 30% del carbono que emiten los seres humanos. Si bien eso ayuda a desacelerar el calentamiento global, el carbono se combina con el agua y produce ácido carbónico. Como cabría esperar, la acidificación tiende a ser mala para la vida marina.

Desde el punto de vista de la conservación, la destrucción total de la vida oceánica es una inmensa tragedia. Pero para la mayoría de los seres humanos, representa poca amenaza directa. Si la mayoría o la totalidad de los animales de los mares mueren, la humanidad puede recurrir a la acuicultura para obtener sus filetes de salmón y sushi.

Mientras tanto, la contaminación marina no afecta directamente nuestra vida diaria como lo hace la contaminación del aire, los ríos y las aguas subterráneas. En otras palabras, no sorprende que la gente vea los océanos como un cómodo vertedero. Las innumerables criaturas marinas que se ahogan en plástico o mueren en aguas ácidas recalentadas permanecen fuera de la vista y de la conciencia.

Pero si pretendemos ser guardianes responsables de este planeta, no podemos permitir que esto suceda. Además de causar posibles problemas desgarradores en algún lugar, la muerte de los océanos de la Tierra sería una mancha moral imperdonable sobre la especie humana.

Sin embargo, detener esto requerirá de medidas internacionales. Los países ricos ya entierran la mayor parte de su basura plástica, y EE.UU. ha avanzado en la prevención de la sobrepesca. Las emisiones de carbono, por su parte, son un fenómeno global. Por lo tanto, salvar los océanos significa cambiar el comportamiento de países en desarrollo como China, así como de países ricos de Asia Oriental como Japón y Taiwán, que tienen estándares de conservación menos rigurosos.

EE.UU. y otros países que se preocupan por el buen estado de los océanos pueden hacer varias cosas para alentar a cambiar a los países que más daño provocan. En primer lugar, la política comercial puede ser reformulada para que considere el daño oceánico; EE.UU. debería poder aplicar aranceles a los productos de los países que pescan en exceso y arrojan plástico a los mares. En segundo lugar, EE.UU. debería utilizar a la ONU y otras organizaciones internacionales para coordinar estándares y políticas internacionales para salvar la vida marina. Finalmente, EE.UU. debería utilizar una serie de medidas para ayudar a los países en desarrollo a cambiar a fuentes de energía libres de carbono.

Es posible que los océanos parezcan poco importantes para muchas personas, pero son parte insustituible del planeta vivo. Dejarlos morir por negligencia y falta de coordinación no es una opción.

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