Si hay una prenda que es característica a lo largo de los países andinos es la ruana. En el resto de las naciones latinoamericanas, con excepción de Venezuela, también se le conoce como poncho y en Colombia se cree que se empezó a transformar en el siglo XVI con el ingreso de las primeras ovejas provenientes de Europa.
Boyacá es la meca en la elaboración de esta prenda de vestir y muchos municipios tienen familias artesanas que se dedican en toda la cadena de valor a producir ruanas.
En Nobsa, por ejemplo, se lograron varios hitos entorno a la ruana, y la producción es tan sofisticada que se envía a destinos como Italia, España y Estados Unidos.
Pero el proceso no es nada fácil y los retos para el sector artesanal son muy grandes. “La elaboración de la ruana dura mes y medio para hacer el proceso completo y el mercado no compensa el esfuerzo, no genera sumas de dinero y no hay interés de los jóvenes de retomar esta parte de los oficios”, explicó Carlos Alberto Bernal, propietario de la tienda artesanal Artexcol.
Algunos colectivos en otros municipios también han trabajado esta vestimenta para innovar y mantener la tradición. “Lo de la ruana lo tomamos a título personal, acá en Tuta hay unas cuatro personas que tienen su telar, nos traen la materia prima y les hacemos la prenda. Nos dimos cuenta que cogieron la fama, pero a nivel calidad se ha deteriorado, hacerla no es nada fácil, tiene todo un proceso por detrás”, explicó Luz Helena Castro, miembro de un colectivo femenino dedicado al sector artesanal.
Otra problemática es la producción de lana, ya que, en la región, se utilizan ovejas criollas, y para elaborar una ruana se requiere entre dos y tres animales. “En Boyacá no ha habido cría de ovejas para lana porque son criollas”, agregó Bernal.
El artesano también dijo que la producción ha venido disminuyendo por la dificultad para conseguir la fibra, pues “desde la pandemia hasta hoy perdimos muchas abuelas que nos ayudaban con ese proceso”.
La lana de oveja varía según color y la calidad, la blanca es un poco más asequible que otros colores. En orden ascendente va blanca, negra, café, gris y la que se le conoce como “mona”, que es color miel.
En el caso de Castro, sacan los colores de la ruana de diferentes recursos. “Los verdes los extraemos de las hojas de la calabaza y otras plantas, que son las que tenemos en las casas. Los morados y rosados de flores, los cafés de cortezas de eucalipto, de pino, entre otras cortezas. También quisimos innovar y las bordamos en estos momentos”.
“Dentro de la elaboración de la ruana hay una producción campesina, en la tienda trabajamos con mi esposa. Hay que ver que no se hace de manera masiva, son procesos artesanales, somos tres personas dentro del taller”, dijo Bernal.
También explicó que muchas veces los vendedores no saben la procedencia y mucho menos qué fibra utilizan.
“Nosotros lo que hacemos con nuestros clientes es involucrarlos en la adquisición de la tienda, que vean el trasfondo de una ruana”.
Los dos criterios para el precio de esta prenda de vestir proviene del color y del tamaño de la ruana. Una prenda con un color difícil de conseguir y de tamaño pequeño, podría valer lo mismo que cuesta una con un color tradicional y de gran tamaño.
Cabe resaltar que, para Castro, lo primordial es no dejar perder la ruana tradicional. “Podemos innovar, sacar otras prendas, es un arte muy bonito que no se debe extinguir”.
Un proceso de elaboración que dura más de mes y medio
El proceso comienza con los pastores, quienes cuidan y se encargan de la crianzas de las ovejas. La lana llega a la siguiente parte productiva, en la que se prepara para asegurar que la fibra natural sea de calidad. Luego debe ser lavada para evitar cualquier rastro de suciedad que se encuentre dentro. Posterior a que la lana sea esquilada, se deben estirar los fragmentos separando de manera manual las fibras. Finalmente la materia prima llega a los tejedores, parte esencial y fundamental de la creación de esta pieza artesanal.
“Tenemos dificultades por la falta de relevo generacional”
En el centro de Aquitania, en Boyacá, se encuentra ubicada una tienda artesanal de elaboración de ruanas, una prenda autóctona de la Región Andina y que es parte de la identidad cultural de los boyacenses. Carlos Alberto Bernal, propietario de Artexcol, habló del proceso para hacer esta prenda y las dificultades que surgieron por la falta de relevo generacional.
¿Cómo nació Artexcol?
Básicamente, yo me dedico a la artesanía desde hace 25 años, estos oficios son de tradición, yo empecé por la herencia. Dentro de la elaboración participan cinco actores en la cadena de producción, que es campesina en su totalidad. Trabajamos con madres cabezas de hogar y de la tercera edad.
¿Quiénes participan en el proceso de elaboración?
Están desde las personas que cuidan las ovejas, los pastores, que si no existen ellos no podríamos elaborar el producto; posteriormente están quienes hacen el proceso de esquila, y sigue el de hilado de la lana, que lo fabrican nuestra abuelas, quienes por generaciones desarrollaron la actividad.
También está la parte de elaboración del producto, donde entramos los tejedores. Pero ya somos muy pocos, antiguamente había un tejedor por familia como mínimo, ahora me sobran los dedos de la mano para contarlos.
¿Qué dificultades tienen las personas del sector artesanal?
En este momento tenemos muchas falencias en cuanto al tema de hilado de la lana, ya que las abuelas son de avanza edad, algunas de ellas están enfermas y, por otra parte, han fallecido mucho y no ha habido un relevo generacional.
¿Cuántos empleos genera el negocio en la región?
Básicamente se maneja en varios municipios, en área rural, nosotros generamos más o menos entre 50 a 60 empleos indirectos, que son la cadena de transformación de la materia prima. Digamos que para tener cierto surtido se necesitan muchas personas, porque no es una producción masiva, es más lenta.
¿Qué le hace falta al sector?
Es muy complejo porque el producto arrancó la carrera a desaparecer, esto se debe a la falta del relevo generacional. Como artesano yo creo que estas prendas pueden durar unos 10 años más, no tenemos ninguna política de protección.
Boyacá está invadido de productos de procedencia industrial y que no tienen nada que ver con la tradición boyacense.
¿Subieron los precios de la ruana?
Hacer una ruana cuesta hasta dos veces más. El valor comercial hoy en día varía según dos características: su tamaño y su color, y esta última variable influye mucho más.
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