¿Por qué la FAO pidió reconocer a la agricultura durante la COP 16, que hoy inicia en Cali, como un factor determinante para la sostenibilidad de la biodiversidad?
Sin necesidad de ahondar en argumentos científicos y técnicos que respaldan esta solicitud realizada hace pocos días, la respuesta es simple, y algunas cifras la respaldan. Los ecosistemas, que hay que entender pertenecen a la naturaleza y no al ser humano, brindan al hombre una riqueza incalculable de alimentos.
La biodiversidad es la raíz de esta abundancia. La variedad de cultivos con los que las diferentes civilizaciones han logrado crecer y desarrollarse, dependen directamente de la enorme variedad de vida que exista sobre la Tierra. Sin embargo, para nadie es un secreto que el hombre con algunas de sus actividades está atentando contra los diferentes ecosistemas en el planeta, y los estudios así lo ratifican.
Uno de los más recientes, “Planeta Vivo 2024 del World Wide Fund for Nature (WWF), asegura que, en los últimos 50 años, el tamaño medio de las poblaciones de fauna silvestre se redujo 73%. Las de agua dulce en 85 %, seguidas por las terrestres (69%) y las marinas (56%).
Por otra parte, la FAO dice que más de una tercera parte de los suelos del mundo sufre una degradación de moderada a grave. También afirma que la biodiversidad que sostiene la alimentación en el mundo se está perdiendo y que una vez desaparezca ya no podrá recuperarse.
En los anteriores sentidos, aunque la agricultura se comporta como un elemento de desarrollo económico y un eje de articulación social fundamental para la seguridad alimentaria mundial, se debe reconocer que su protagonismo ha tenido algunas consecuencias sostenibles negativas, a las que hay que brindar pronta solución.
El uso de las tierras de cultivo es responsable de más del 20 % de las emisiones de gases de efecto invernadero, del consumo del 70% de agua a nivel mundial, de diversas problemáticas derivadas de la deforestación y de la pérdida de diversos hábitats naturales.
Por consiguiente, debemos articular el papel de la agricultura en el desarrollo social y económico de las poblaciones, y su rol fundamental en la seguridad alimentaria, con la doble crisis de pérdida de biodiversidad y cambio climático que afrontamos.
Recordemos que el Marco Mundial de Biodiversidad de Kunming-Montreal, adoptado en 2022 por 195 países, establece 20 metas para el año 2050 que buscan revertir la diversidad biológica. Casi la mitad de ellas, y cuatro en especial, se relacionan con la actividad agrícola.
Frente a este esfuerzo internacional, el papel propio de los gremios agrícolas y su trabajo con autoridades, academia y sociedad civil es fundamental. En Colombia, el sector aguacatero adelanta diferentes acciones que lo convierten en uno de los ejemplos de cómo hacerlo.
La Corporación de Productores y Exportadores de Aguacate Hass de Colombia, Corpohass, implementa a través de su concepto de “Encadenamientos Productivos Sostenibles”, una serie de acciones para alcanzar como su objetivo primordial el propósito de la sostenibilidad. Aquí, la protección de la biodiversidad juega un papel determinante.
El buen relacionamiento de las fincas con los ecosistemas -avalado por certificaciones internacionales-; la promoción para la caracterización de la avifauna asociada a los bosques nativos; y la destinación de entre el 30% y el 40% del total de la superficie productiva para respetar nacimientos de agua, conservar árboles autóctonos, reforestar con especies de la región y brindar refugio y protección a la flora y fauna local, son actividades que se destacan.
Se deben sumar el respeto por la normatividad de las corporaciones autónomas regionales de los departamentos donde la fruta está presente, la utilización casi total de agua lluvia para el riego (el 73% de la huella hídrica del aguacate Hass en Colombia es verde), y el que los bosques de aguacate se hayan convertido en corredores de movilidad para muchas especies, algunas en peligro de extinción.
Lo anterior lo complementan, la escuela para la transferencia del conocimiento “Eduhass”, la consolidación de una batería de indicadores para la mejora continua del sector frente a la sostenibilidad, y la implementación del “Mapa Hass”: una poderosa herramienta que describe a este aguacate desde las ópticas gremial, productiva y exportadora.
Como el del aguacate Hass, otros sectores agrícolas en Colombia implementan acciones y suman esfuerzos para la protección de los ecosistemas y sus diferentes formas de vida.
La meta común de todos es aportar a la seguridad alimentaria desde la coexistencia armoniosa con la naturaleza. Por eso la solicitud de la FAO de declarar la agricultura como un factor determinante para la sostenibilidad de la biodiversidad es clara y más que acertada.
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