La economía rural tiene muchas afectaciones por la falta de competitividad de los pequeños y medianos productores en el comercio. Los últimos dos años han sido agobiantes para el agro, no solo por el alza de insumos y fertilizantes, que subieron los precios al consumidor e incrementó la inflación, sino que en muchos casos resultó más lucrativo recurrir a actividades como deforestación en áreas protegidas y, en algunas regiones, cultivos ilícitos.
El Programa Páramos y Bosques de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo (Usaid, por sus siglas en inglés) apoya de manera progresiva políticas en pro del crecimiento económico y el cuidado del medio ambiente, con un trabajo que inició en marzo de 2018 y que concluirá en marzo de 2023.
Este programa tiene una ventaja en términos prácticos, ya que es hecho por comunidades dueñas de los bosques, que tienen que proteger estas áreas, fortalecerse como comunidades, ejercer su gobernanza dentro de su territorio y la plata les llega directamente a ellos.
En Tumaco, apoya a dos comunidades pertenecientes al municipio, pero tienen un consejo autónomo para la toma de decisiones. El primero de ellos es el Consejo Comunitario Bajo Mira y Frontera, distribuido en 53 veredas en la cuenca del río Patía. También cuentan con 46.000 hectáreas tituladas colectivamente.
En este consejo se ha venido trabajando en diferentes microproyectos para desarrollar la economía regional, asegurar la seguridad alimentaria y reducir costos de venta con relación a las grandes superficies.
Uno de los ejemplos es la finca El Porvenir, de la comunidad Cacagual, donde se produce cacao y maderable para vender en Tumaco. Puede llegar a producir 500 kilos de cacao mensuales y comercia en la bocatoma maderable como el cedro, producción que sale cada 10 años.
El consejo tiene una planta en la que procesan el cacao, lo ponen en fermentación durante un periodo aproximado de 48 horas y luego pasa a secado, donde dura hasta cinco días para conseguir el punto de acidez requerido por las autoridades sanitarias, después lo comercian con sus clientes.
Este modelo permite comprar la cosecha de la comunidad, y darle un valor agregado para transformar la materia prima, haciendo sostenible el negocio en el tiempo.
Cambio en las prácticas económicas y ambientales
Algunas personas que deforestaban ahora hacen parte del proyecto, haciendo labores de guardianes de bosques.
“Nosotros entramos al bosque, hacemos un recorrido de dos kilómetros y vamos registrando si vemos una huella en los formatos e identificamos los maderables, también revisamos si hay lugares donde se esté deforestando para que las poblaciones no la corten más. Yo dejé de hacerlo y me di cuenta de la importancia de los bosques, de conservar e invitar a los otros a ello”, dijo Anderson Benavides, de la vereda Pueblo la Grande, promotor del equipo.
En algunas veredas de este consejo se encuentran actividades de avicultura y porcicultura, como negocios que les ayuda a las poblaciones a hacer el tránsito de la deforestación al cuidado de los bosques y el ecosistema.
El coco y sus retos
La segunda comunidad es el Consejo Comunitario del Bajo Patía, que tiene 94.000 hectáreas tituladas colectivamente, con 37 veredas. Estas personas se dedican principalmente a la palma de coco, pero se enfrentan a unos retos enormes en el control fitosanitario de plagas y enfermedades.
La resiliencia es clave en sus comunidades, ya que la aparición de un insecto conocido como ‘el picudo’ y la enfermedad del anillo rojo, ha bajando la productividad de los cocoteros, ya que se tienen que talar y quemar para evitar su propagación a otras fincas.
Aun así, lograron agrupar a todos estos productores de coco en la Asociación de Productores de Cacao y Coco (Asoprocacoc) y crearon una empresa con la que proyectan 100 empleos indirectos y hasta 35 directos.
Tienen un sistema similar al de su consejo vecino, donde compran toda la variedad de cocos de los productores, desde los más pequeños hasta los más grandes, y encuentran clientes con los que comercian, dejando una porción para le mercado local. Actualmente, la asociación cuenta con 26 agricultores y producen mensualmente casi 10 toneladas de coco.
El modelo de desarrollo para bosques tropicales
A finales del Siglo XX, las Naciones Unidas diseñaron un modelo de conservación de bosques para lograr que los países desarrollados pongan recursos en naciones en desarrollo que tienen muchos bosques tropicales porque se dieron cuenta que son los que capturan carbono de la atmósfera, lo guardan y evitan que el calentamiento global sea peor. Por ello, los territorios boscosos pueden meterse en el negocio de bonos de carbono, que deja de emitirse a la atmósfera.
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